lunes, 28 de febrero de 2011

Intentemos recordar... Mejor no.

Recuerdos. Palabra que puede llegar a ser odiada como añorada, dos sentidos tan opuestos, que te hace pensar que si lo mejor es dejar de pensarlos, o hacerlos recordar para que no vuelvas a tropezar dos veces con la misma piedra. Según mi gran profesora de Filosofía (de la que pienso que está como una regadera, sí, se le pira y mucho), hay una corriente llamada el estoicismo, de la cual la felicidad te llega de una forma diferente, en la que es bueno no recordar, en la que resumidamente y vulgarmente se puede definir como la teoría de la felicidad en la que te la tiene que "sudar" todo todito entero. ¡Cómo no! He salido el único de la clase, bueno casi, el que compartía esa gran teoría, difícil en algunos casos llevarla a la práctica, pero de la cual me ha encantado. Gracias a esa profesora, de la cual sigo opinando lo mismo, y de una tal guacchi que vi el viernes, me he dado cuenta que estar solo (amorosamente hablando claro), no recordar y que te la sude todo (hasta cierto punto) es la mejor forma de encontrar tu propia felicidad, esa felicidad que todavía sigo buscando, pero que con esas tres reglas básicas que he puesto, creo que la encontraré, aunque la primera tendrá que variar, o eso espero.

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