lunes, 13 de diciembre de 2010

Hay una ropa que se ajusta a todo el mundo, un abrazo.

Un abrazo. ¿Qué decir de un abrazo? Lo mejor que pueden hacerte en los momento que lo necesitas, en los momentos que quieres dar a conocer a una persona lo mucho que vale, lo mucho que la admiras, el aprecio que tienes hacia ella. Aunque se podría decir que hay algunos tipos de abrazos: ese abrazo que le das a un amigo que llevas tiempo sin verle, o porque es uno de tus mejores amigos; ese abrazo que se merece un amigo o amiga que lo está pasando mal, que no es uno de sus mejores momentos, que necesita un apoyo. Gran abrazo éste; y por el último, un tal abrazo que le das a la persona que quieres, que la echas de menos de veras, que no te puedes contener a no darselo, que te hacen que te sientas por encima de las nubes, tocando las estrellas de una forma especial, porque la hueles, la sientes cerca de tí, algo que te hace sentirte en la utopía perfecta.

Porque un abrazo te puede decir todo de una persona, depende de la fuerza, de la forma en que te lo da, el tiempo trascurrido, y, sobre todo, la forma en que te sientes tu y piensas sobre ese gran movimiento. Porque un abrazo es la única ropa que se amolda a una persona. Porque un abrazo puede llegarte dentro, muy dentro. Porque un abrazo también te puede hacer sentirte mal, por no poder hacer algo más que solo un abrazo. Demasiadas cosas puede suponerte un simple abrazo, un simple gesto humano.

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