¡Soy bueno en la cama!

Dormir. Esa es la palabra clave. Esa palabra que se necesita tanto en un fin de semana después de una semana agotadora. Esas 10 horas o más que te puedas echar en el colchón donde pasan tus mejores sueños, que pueden hacerse o no realidad, y tus peores pesadillas, caídas a un abismo, arañas, lo que sea con tal de despertarte durante la noche, vamos a decirlo... Acojonado. Acompañando estos malos momentos, por qué no, con una subida de gemelo, o isquiotibiales, ¿no os ha pasado? Pero bueno pasemos a los buenos momentos del dormir, donde la almohada y tu cabeza es una, tanto, que cuesta despegarse de ella, te atrapa con ese conciliante sueño que has tenido durante toda la noche... Ese calorcito en invierno de cuando te tienes que levantar, que entre la pereza y presintiendo el fresquete que hace fuera de los edredones, no puedes levantarte. Bueno y por no decir cuando estas durmiendo, y de repente te despiertas sin saber por qué. Miras la hora, y ves que te quedan unas cuantas horas más de sueño, ¿no os ha pasado? Esa sensación de satisfacción de que puedes dormir más... (He llegado a ponerme la alarma una hora antes para tener esa sensación, ¿cutre verdad?)

En conclusión, siempre me ha encantado dormir, no lo cambiaría por nada en el mundo. ¡Soy bueno en la cama! Duermo todo el día, que más puedo pedir...